El gusano de la nariz en los corzos

Entre nuestras especies de caza mayor, el corzo tiene el segundo puesto en cuanto a rango y éxito demográfico. Desde la mínima expresión espacial a finales de la primera mitad del siglo XX, se ha extendido a casi todos los ecosistemas de España y Europa, desde las latitudes septentrionales hasta el Estrecho de Gibraltar. Gran parte de este éxito se debe a su salud. Hay pocos patógenos comunes, pocos comportamientos de manada que no propicien la infección y el estado inicial es muy limpio.
Con el paso de los años, algunos parásitos han adquirido importancia, modificando el ritmo de crecimiento de las poblaciones de corzo en diferentes puntos de España y Europa, a medida que aumentaba su número.
El gusano de la nariz y sus efectos
Sin duda, el parásito que mayores estragos está causando en este ungulado es Cephenemyia stimulator, comúnmente conocido como “el gusano o mosca de la nariz”. Esta enfermedad es muy frecuente y en estos últimos años ha generado una gran preocupación entre cazadores y gestores, debido a los efectos que desencadena.
Este parásito proviene de los tábanos, que utilizan al corzo como hospedador y realizan la fase larvaria en su interior. Cuando empiezan a crecer, las larvas ocupan las fosas nasales y la faringe del ejemplar, esto les produce problemas respiratorios y les dificulta el tragar la comida. Como consecuencia, se deriva en otras enfermedades que si el corzo estuviese sano no contraería, ya que la larva los debilita. Finalmente, tras un proceso lento y sufrido, el corzo fallece o se expone de manera más sencilla a depredadores. Esta enfermedad afecta en su mayoría a animales jóvenes y machos.
En zonas endémicas se ha observado un cambio en el comportamiento de los corzos, evitando los espacios abiertos en las horas en que las moscas presentan mayor actividad de vuelo y alimentándose en zonas con mayor cubierta vegetal. Cuando detectan la presencia de las moscas, y para evitar que estas depositen las larvas alrededor de sus ollares, los corzos se defienden bajando y sacudiendo la cabeza, estornudando, coceando, e incluso emprenden largas carreras y saltos. Para observar bien estos ejemplares y descubrir si padecen la enfermedad, puedes adquirir nuestra recomendación de PRISMÁTICOS DELTA.(Fuente de la imagen: ACE)
¿Cómo ha llegado a nuestros corzos?
Este díptero tiene una amplia distribución por Europa, actualmente se encuentra en plena expansión. A lo largo de la última década del siglo XX se realizaron numerosas reintroducciones de corzos en distintas partes de España y Portugal. Algunas están documentadas, otras fueron sencillamente irregulares. Gran parte de estos corzos provenían de Francia.
En el país vecino está bien acreditada la existencia de esta enfermedad. Por ello cabe pensar que la cefenemiosis que afecta al noroeste español llegó a Asturias a principios del presente siglo con una introducción irregular de corzos desde algún punto de Europa, donde esta enfermedad es endémica.
Uno de los motivos de este fenómeno es la subida de temperaturas y el aumento de movilidad de personas y mercancías por el continente. El diagnóstico de la enfermedad se suele hacer por necropsia, abriendo dichas cavidades para comprobar si el gusano está presente, lo cual no siempre es posible cuando se quiere guardar la cabeza como trofeo.
La caza como método de gestión
La abundancia de corzos previa al brote epidémico descrito ha sido, sin lugar a dudas, una circunstancia que ha favorecido la extensión y agudeza del mismo. Con menos corzos y en mejores condiciones de salud es probable que el efecto de la epidemia hubiera sido de menor importancia, de ahí que insistamos en llevar una gestión razonable de esta especie, con el fin de prevenir nuevas recaídas.
Igualmente, y con el fin de evitar la extensión del proceso a territorios distantes, es necesario considerar la adopción de algunas cautelas en el traslado de los trofeos obtenidos en las zonas afectadas (hervir las cabezas o congelarlas).
La prevención y curación de estas enfermedades es complicada, por no decir imposible, dado que se transmiten por los insectos y los corzos no son ovejas metidas en un corral. Así que por el momento nuestros esfuerzos se deben centrar en seguir mejorando los conocimientos de las enfermedades para saber cuándo y por qué se producen.
En este episodio 3 de nuestra serie "El Corzo del Norte" vemos cómo se debe actuar una vez abatido el corzo para ayudar en el estudio de este gusano:
Autor: María Balletbó